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México Internacional

~ Análisis, comentarios y documentos de política internacional

México Internacional

Archivos mensuales: marzo 2017

HACIA UNA NUEVA POLÍTICA EXTERIOR*

28 Martes Mar 2017

Posted by Francisco Correa Villalobos in CRISIS EN CURSO

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Por obra propia, México se ha puesto en una condición de extrema vulnerabilidad ante Estados Unidos. A fines del siglo XX y principios del presente, era común escuchar opiniones que concebían a la seguridad nacional, la soberanía y la independencia como conceptos anacrónicos. México está ante un Estados Unidos diferente. Pese a los frenos del sistema político norteamericano, creer que Trump no cumplirá sus amenazas a México es hacer gala de ingenuidad o de cálculo egoísta. El artículo que sigue se terminó de escribir días antes de que el gobierno de México encabezara la ofensiva política contra Venezuela que ningún otro gobierno de América Latina se había atrevido a abanderar, y de que el Secretario de Gobernación confirmara que, en los hechos, la frontera sur de México seguiría siendo la frontera avanzada de Estados Unidos. Cuando Trump vino a México y Peña Nieto calificó las andanadas anti-mexicanas del candidato como “malentendidos”, muchos pensamos que el término se debía a la pobreza de su vocabulario o a su ignorancia de las sutilezas diplomáticas. Pero a la luz de los hechos recientes, no es descabellado pensar que la disculpa no solicitada era un premeditado acto de halago al energúmeno de parte de un débil mandatario acosado por sus errores y sin otra base política que su partido y las fuerzas armadas.

El Grupo de Embajadores de México de carrera jubilados fue el primero en señalar las bases en que deberían asentarse las relaciones con Estados Unidos.             

Nos complace comprobar que otros destacados diplomáticos mexicanos han reaccionado ante el riesgo que plantea el régimen norteamericano en estos momentos y que coinciden con muchos de nuestros conceptos expresados en éste y otros artículos, así como en el Pronunciamiento sobre las relaciones con Estados Unidos que se pueden consultar en México Internacional

 

HACIA UNA NUEVA POLÍTICA EXTERIOR

por Francisco Correa Villalobos,

Embajador de México en retiro.

Dos de los numerosos problemas que plantea el gobierno de Donald Trump son su mendacidad generalizada, su imprevisibilidad en política exterior y, en lo que se refiere a México, además su hostilidad gratuita inspirada a un mal disimulado racismo que aqueja no sólo a su persona sino prácticamente a todos sus más cercanos colaboradores.

El gobierno de México ha adoptado dos líneas subsecuentes de política exterior para enfrentar la ofensiva de Trump: Primero, tratar de informar y convencerlo de las ventajas de unas relaciones cordiales y del TLC para ambos países y, casi en tono de disculpa, advertirle que no pagaría el muro.

Segundo, ante la inmovilidad e indiferencia de Trump, el gobierno de México previno que dejaría el TLC si Trump insistía en aplicar aranceles, lo que calmó los ánimos del régimen norteamericano, no así en cuanto al muro y el vasto y complejo tema migratorio, ante lo cual propuso negociaciones sobre un amplio temario de diez puntos que cubren drogas, migración, remesas, derechos humanos de los mexicanos en Estados Unidos, TLC y protección de las inversiones.

El Secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, calificó a esta última posición como una “política exterior de Estado que fija objetivos precisos y principios de política exterior para la conducción de las relaciones con los Estados Unidos de América” y que después el presidente de la República calificó como una redefinición de las relaciones con ese país.

Sin embargo, más que una redefinición de la política hacia Estados Unidos, lo que se nos ha ofrecido es una descripción del temario de negociaciones tendientes a resolver una serie de problemas que ha creado el presidente de Estados Unidos y otros que han quedado pendientes de gobiernos anteriores. No hay una definición de los intereses nacionales de México en la presente coyuntura internacional, ni un análisis estratégico de los grandes objetivos de la política exterior de México frente a Estados Unidos ni cómo nuestras relaciones con el resto del mundo pueden contribuir a alcanzar esos objetivos.

La llegada de Trump al poder en Estados Unidos ha cambiado totalmente el esquema de nuestras relaciones con ese país. La integración comercial puede avanzar y ampliarse, pero es obvio que nada será igual en el trato público y privado con Estados Unidos. Como ningún otro gobierno norteamericano desde el siglo XIX, Trump ha impulsado actitudes xenófobas y racistas a niveles que todo mundo pensaba habían sido superadas, o cuando menos relegadas al margen de la política, desde los años sesenta del siglo XX.

Nuestro país tiene ante sí a un Estados Unidos diferente. Su presidente insulta a México y a los mexicanos y lo amenaza con enviar tropas si no se comporta como él espera.  México no está frente a un riesgo menor ni debe esperar que desparezca con invocaciones retóricas de respeto a la soberanía y a la independencia nacionales.  El respeto no se pide. Se gana con actitudes firmes aplicadas de manera invariable y asentadas en intereses nacionales claros y definidos.

La soberanía es un atributo esencial del Estado sin la cual no puede llamarse Estado. La soberanía se manifiesta como el poder supremo del Estado al interior del país y como independencia al exterior. Y una característica de la soberanía es la política migratoria.  Un Estado debe decidir por sí mismo y sin injerencias extrañas quién puede entrar al país y quedar bajo el régimen legal nacional. Toda cesión de soberanía en este rubro, aun cuando se haga en ejercicio de la propia soberanía, es inaceptable por contradecir al mismo concepto de soberanía.

El gobierno de México ha abdicado de la soberanía al otorgar a Estados Unidos derechos que contradicen ese concepto toral. La presencia y operación de  agentes migratorios  estadunidenses en puertos aéreos y marítimos mexicanos para filtrar la  entrada a México de extranjeros indeseables para el gobierno de Estados Unidos, conforme a sus criterios “antiterroristas”, fue aceptado por los gobiernos de Vicente  Fox y Felipe Calderón, así como la subsecuente normatividad para conceder  visas mexicanas a nacionales de países de África, Medio Oriente y Asia, sin pasar por la autorización expresa de la Secretaría de Gobernación, únicamente a quienes  cuenten con la visa de entrada a Estados Unidos.  El control de la migración centroamericana en la frontera sur fue el resultado de las presiones de la entonces Secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, Janet Napolitano, desde 2010, para convertir a nuestra frontera sur en la frontera avanzada de Estados Unidos

El papel de las fuerzas armadas mexicanas en la interdicción del tráfico de drogas a Estados Unidos, sin que haya habido una efectiva corresponsabilidad de Estados Unidos en la prevención del consumo, es equivalente a otra concesión unilateral, pero ésta de mayores y más graves consecuencias para el país. El tráfico ilegal de armas es una seria violación de nuestra seguridad interna que Estados Unidos no se atreve a interrumpir, porque deja una substancial ganancia que el gobierno no quiere, además, coartar para no entrar en conflicto con la poderosa National Rifle Association. A esto debe añadirse la operación de múltiples servicios de inteligencia estadunidenses dentro de México.

No es prudente mantener las concesiones unilaterales en estos asuntos sin debilitar la posición negociadora de México presente y futura porque denotan una actitud de sumisión ante el contrincante. Las negociaciones deben necesariamente partir de una tabla rasa cuya existencia depende exclusivamente del gobierno de México. En otras palabras, debe ser un hecho consumado antes del inicio de las negociaciones, que de ninguna manera implica un costo político para México. Ello eleva la posición negociadora de nuestro país. No hacerlo sería incurrir en un grave e injustificable error.

El Secretario Videgaray hizo un pormenorizado recuento de las ventajas económicas de diversificar nuestros contactos con prácticamente todas las otras regiones del mundo. Pero no analizó el impacto y el valor político que representa fortalecer nuestros contactos con esos países en nuestras relaciones con Estados Unidos.

De unos años a estas fechas, y en particular a partir de la llegada de Trump al poder, la influencia política mundial de Estados Unidos ha disminuido considerablemente, a pesar de su enorme poderío militar. Sus retrocesos en Asia y el Medio Oriente y su relativo distanciamiento de Europa occidental ha elevado concomitantemente la influencia mundial de China, Rusia, Alemania, Turquía, Irán e India, entre otros. Esto es altamente favorable para México en un momento en que deben echarse las bases de la relación a largo plazo con el vecino del norte.

En sus discursos como candidato, Trump rebajó la importancia de los organismos políticos internacionales con base en su convicción que los tratos bilaterales eran más favorables al ejercicio del poder norteamericano. Como presidente anunció la reducción en el pago de las cuotas a ciertas actividades de Naciones Unidas y su retiro del principal órgano de derechos humanos. Ello ha acentuado la erosión de la influencia internacional de Estados Unidos y, aunque más adelante corrija el rumbo, es difícil que su estilo y orientación actuales contribuyan a restablecer el nivel de ascendencia que tuvo hace siquiera diez años.

Los organismos políticos internacionales desempeñan un papel muy importante como elementos de equilibrio frente a Estados Unidos, y países como Alemania, Rusia, China, India e Irán, jugarán un papel más decisivo en ellos a medida que mengüe la preeminencia de Estados Unidos en la diplomacia multilateral.  Fomentar intereses comunes con estos países abrirían el camino a una cooperación más estrecha en temas de interés para nuestro país en sus relaciones con Estados Unidos. La simpatía y apoyo a México que despertó en muchos países importantes la agresividad gratuita de Trump, son un indicio muy alentador del potencial de maniobra que tenemos para equilibrar el trato con el vecino del norte.

La amenaza de enviar tropas a México desató también una fuerte corriente de simpatía y apoyo en América Latina que inexplicablemente se dejó pasar con un mero gesto de agradecimiento, pero que México pudo haber aprovechado a su favor convirtiéndose en un potencial catalizador y vocero de intereses comunes de gobiernos tanto de derecha como de izquierda de América Latina. Las negociaciones deben ir acompañadas de una intensa labor de cancillería para obtener el apoyo de América Latina.

Como lo dije en mi artículo del 10 de marzo pasado en este mismo foro, nadie en su sano juicio desearía una relación inamistosa u hostil contra Estados Unidos. La geografía y la enorme disparidad de poderío nos impone límites insuperables. Pero es posible y deseable llevar a cabo una relación de decencia y honestidad con independencia, en donde la cooperación no implique la sumisión o la entrega de soberanía. Existe la impresión generalizada que las concesiones unilaterales son necesarias para asegurar buena voluntad de parte de Estados Unidos. Esto es falso. En política internacional las concesiones unilaterales se perciben como una expresión del interés nacional que no amerita ninguna reciprocidad de parte del beneficiario. La experiencia de México así lo demmuestra.

La política de Estado que tan vehementemente propugnó el Secretario Videgaray en su comparecencia ante el Senado, debería no sólo centrarse en la identificación de los temas de negociación o en su manera de enfocarlos. Es absolutamente vital que se haga un esfuerzo por aclarar desde ahora cómo se quiere que sean las relaciones con Estados Unidos. Las relaciones con México son altamente indiferentes a Trump. Así lo dijo con motivo de la visita de Tillerson y Kelly a México y lo confirmó después el vocero Sean Spicer.  Con excepción del TLC,  del que no podrá salirse ni obtener todos los beneficios que hubiera deseado, en los temas políticos Trump será implacable e inamovible, a menos que México lo presente ante hechos consumados.

En otras palabras, se trata de adoptar desde ahora una política de doble vía, en la que se asuma el ejercicio pleno de la soberanía y la independencia sobre todos aquellos aspectos en los que ha habido cesión de éstas y se practique una plena cooperación que sea resultado de acuerdos mutuamente ventajosos con fechas de expiración. Ello le permitiría a México cooperar sin verse atado a intereses que pueden ahora o en el futuro serle ajenos o inconvenientes.

No es posible dar marcha atrás a la historia. Estamos inmersos en un mundo muy diferente y debemos obrar en consecuencia. México debe salir fortalecido de este episodio desagradable, pero oportuno, y guiarse por la certidumbre que plena soberanía, total independencia y cooperación no son mutuamente excluyentes sino el fundamento de una política digna, honesta y provechosa.

_____________________________

* Después de haberse redactado este artículo, la Secretaría de Relaciones Exteriores tomó a su cargo la ofensiva -gratuita, innecesaria y contraria a los intereses nacionales- contra el Gobierno de Venezuela, y la Secretaría de Gobernación descartó que se fuese a disminuir la  vigilancia en la frontera sur para impedir la entrada de migrantes  Sin duda se trata de una nueva política exterior…pero de una que   responde a intereses que no son los de México.

 

 

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¿Redefinición de las relaciones con Estados Unidos o bomberazo?

10 Viernes Mar 2017

Posted by Francisco Correa Villalobos in CRISIS EN CURSO

≈ 2 comentarios

por Francisco Correa Villalobos
Embajador de México en retiro

El camino que conduce a las futuras negociaciones con Estados Unidos se ha reducido en el discurso oficial a enfatizar que nos llevará a redefinir las relaciones con ese país, sin que se nos diga en qué consiste esa redefinición. Con bastante frecuencia y energía se ha dicho que la premisa para llevar a efecto este proceso es el respeto irrestricto a la soberanía y la independencia de nuestro país.

A lo largo de varios años, y en especial a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio, hubo un cambio gradual pero profundo y substantivo en nuestra política hacia el país vecino, que coincidió con los reacomodos de la política internacional que resultaron de la desaparición de la Unión Soviética. De un protagonismo a nivel mundial que tenía por objeto, por razones internas, fortalecer nuestra independencia, caímos en la cuasi identificación de nuestros intereses externos con los de Estados Unidos como resultado de la fusión bilateral de intereses financieros y comerciales. Todo estaba tan amarrado que procedimos con la certidumbre de que los cambios políticos internos en el país vecino no se reflejarían, o sólo marginalmente, en la implementación y promoción de esos intereses.

La llegada de Trump echó abajo esa convicción y de un sistema de relaciones de supuesto beneficio mutuo, Estados Unidos de golpe ha pasado a uno que se guía por la norma de arrebatar todo lo que puede, sobre todo si se trata de países a los que desprecia racialmente. Después de esfuerzos infructuosos y sondeos de altos costos políticos para convencer a Trump de lo contrario, el gobierno de México decidió proponer negociaciones muy amplias en asuntos políticos y en la actualización de las cuestiones comerciales. Pero mientras éstas últimas están relativamente definidas, las cuestiones políticas abarcan un gran número de temas y, más aun, de subtemas.

Obviamente, seleccionar los temas de negociación supone un criterio. Hasta ahora el presidente Peña y el Secretario de Relaciones Exteriores Luis Videgaray, han dicho que todos los temas están sobre la mesa y que el objetivo es redefinir las relaciones bilaterales. Pero habrá necesariamente que limitar el temario pues nada indica que Estados Unidos esté dispuesto a entrar en una negociación abierta como lo propone el gobierno de México.

Es pues indispensable conocer el criterio para descartar temas o desplegar esfuerzos para mantener otros que sean impugnados por la parte contraria. Si vamos a seguir la tónica oficial, el criterio es mantener aquellos temas que van a redefinir las relaciones bilaterales, lo cual no ofrece ninguna guía, pues no se define cuál es el objetivo de política exterior a largo plazo de esas negociaciones. El Secretario Videgaray reiteró en su comparecencia en el senado, que “los objetivos precisos de unas negociaciones exitosas” se refieren a los diez puntos que delineó Peña Nieto, es decir al saldo positivo de las negociaciones sobre diez temas muy importantes, pero que no incluyen un buen número de cuestiones de soberanía que se han entregado gratuitamente a Estados Unidos desde el año 2000. Aun cuando el Secretario Videgaray insistió en “que para Estados Unidos, México es un país importante en materia de seguridad, en materia de combate al crimen organizado, de prevención del terrorismo y por supuesto de cooperación migratoria”, ninguno de estos temas aparece en la lista de los diez objetivos.

Tal parece que Peña y Videgaray están lejos de buscar un nuevo marco de relaciones en el que México asuma una verdadera independencia en su política exterior o interior frente a Estados Unidos. Es decir que sería perfectamente válido esperar que uno o varios triunfos espectaculares en algunos de los objetivos anunciados, o incluso en todos ellos, serían suficientes para pregonar que se han inaugurado “nuevas relaciones con Estados Unidos” y todo seguirá como hasta el momento de la llegada de Trump. México continuaría prestando su frontera sur como la frontera adelantada de Estados Unidos; su Marina seguiría siendo el policía de punto en el Caribe en caso de incursión de algún enemigo de Estados Unidos, pero no de México; su Ejército seguiría cuidando la frontera con Estados Unidos para dificultar, que no impedir, el tráfico de drogas hacia el norte, pero no para detener las armas que entran ilegalmente a México; su Instituto Nacional de Migración continuaría siendo un anexo del Customs and Border Protection; todos los pasajeros que vuelen a la frontera norte seguirían siendo filtrados antes de abordar por funcionarios norteamericanos que despachan en los aeropuertos mexicanos y todos los turistas y viajeros de todo el mundo, excepto de Estados Unidos, que viajen a México serían filtrados e impedidos de abordar sus vuelos o de entrar a México si así lo decide el CBP.

Esto, obviamente, no es redefinir las relaciones con Estados Unidos. Como se dice en la jerga de la Secretaría de Relaciones Exteriores, es un bomberazo. Se trata únicamente de encontrar una solución urgente a los problemas que ha creado Trump en las relaciones bilaterales y, aunque se logre sólo parcialmente ese objetivo, el real es mantener a cualquier costo la política que caracterizó a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y ahora a Peña. No otro es el propósito de las frecuentes imploraciones de que México es muy importante para Estados Unidos.

Pero Trump no comparte esa convicción. Trump no ha adoptado sus políticas en función de sus impactos en México. Le es indiferente tener buenas o malas relaciones con nosotros, como lo dijo al comentar la visita de Tillerson y Kelly a nuestro país. Cederá en algunas cuestiones, como la deportación de centroamericanos a México porque físicamente está impedido de hacerlo, pero en lo de gravar las remesas lo hará sólo hasta el siguiente twiter; impondrá una nueva guerra contra las drogas y el muro va pese a todos los obstáculos financieros, políticos y legales. Poco o nada ganaremos si se mantiene el enfoque oficial sobre esas negociaciones, pues nada será igual en las relaciones entre los dos países en el futuro y la amistad del Secretario Videgaray con el yerno de Trump no es garantía de estabilidad en las relaciones hasta después de 2018. Trump nos ha vacunado contra la normalidad de Estados Unidos y debemos levantar la mira.

Nadie en su sano juicio desearía una relación inamistosa u hostil contra Estados Unidos. La geografía y la enorme disparidad de poderío nos impone límites insuperables. Pero es posible y deseable llevar a cabo una relación de decencia y honestidad con independencia, en donde la cooperación no implique la sumisión o la entrega de soberanía, como se ha venido haciendo. Existe en buena parte de la clase política mexicana, el empresariado y en no pocos analistas, investigadores y periodistas la impresión que las concesiones unilaterales son necesarias para asegurar buena voluntad de parte de Estados Unidos. Esto es falso. En política internacional las concesiones unilaterales se perciben como una expresión del interés nacional, que no amerita ninguna reciprocidad de parte del beneficiario.

En otras palabras, se trata de adoptar desde ahora una política de doble vía, en la que se asuma el ejercicio pleno de la soberanía y la independencia sobre todos aquellos aspectos en los que ha habido cesión de éstas y se practique una plena cooperación que sea resultado de acuerdos mutuamente ventajosos con fechas de expiración. Ello le permitiría a México cooperar sin verse atado a intereses que pueden ahora o en el futuro serle ajenos o inconvenientes, por ejemplo, las operaciones navales y el patrullaje conjuntos de las aguas internacionales del Golfo de México, o la llamada guerra contra el terrorismo, un eufemismo que Estados Unidos aplica de manera flexible según intereses coyunturales a los cuales no vemos atados sin consultársenos.

La política de Estado que tan vehementemente propugnó el Secretario Videgaray en su comparecencia ante el Senado, debería no sólo centrarse en la identificación de los temas de negociación, en su manera de enfocarlos o en la táctica de negociación. Es absolutamente vital que se haga un esfuerzo por aclarar desde ahora cómo se quiere que sean las relaciones con Estados Unidos. No es posible dar marcha atrás a la historia y las relaciones con las presidencias de Bush padre, Clinton, W. Bush y Obama ya son historia. México debe salir fortalecido de este episodio desagradable, pero oportuno, y guiarse por la certidumbre que plena soberanía, total independencia y cooperación no son mutuamente excluyentes sino el fundamento de una política honesta, digna y provechosa.

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México:Negociar con mentirosos ocultando la verdad

03 Viernes Mar 2017

Posted by Francisco Correa Villalobos in CRISIS EN CURSO

≈ 1 comentario

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por Francisco Correa Villalobos
Embajador de México en retiro

Aunque nunca lo mencionó de nombre, México fue el desafortunado eje principal del discurso de Trump en la sesión conjunta de las cámaras de presentantes y senadores del 28 de febrero, tal como lo ha sido desde que éste inició su camino hacia la Casa Blanca.

Con olfato de publicista captó desde hace años la identidad de los prejuicios raciales propios con los de una gran porción de la población blanca poco educada y la idoneidad, como aglutinante de su proyecto político, el presentar a los indocumentados mexicanos como responsables del crimen, el desempleo y la drogadicción. Este sector es un blanco muy conveniente, porque son muy visibles y se les percibe como vulnerables, sumisos, sin organización de defensa y desprotegidos incluso por el gobierno de su país, al cual, además, muchos estadunidenses lo ven como despreciable, ridículamente subdesarrollado, inepto y corrupto.

De ahí que la idea del muro y la deportación masiva hayan asumido la categoría de proyectos con enormes ventajas y sin grandes costos políticos internos e internacionales y que Trump haya medido que, por sus actos, Peña Nieto no representaba ningún riesgo ni ameritaba mejor trato que el que merecería el presidente de una república de segunda.

Esta visión no cambió ni siquiera cuando Tillerson y Kelly estuvieron en México y Trump dijo que le daba lo mismo si había o no buenas relaciones con nuestro país.

En su muy elemental, superficial e ignorante visión de la inmigración indocumentada en Estados Unidos, Trump le atribuyó la responsabilidad de los bajos salarios, el desempleo, la inseguridad y del gasto de billones y billones de dólares; dijo que los indocumentados son los malos, miembros de bandas delictivas, narcotraficantes y criminales que amenazan a las comunidades y caen sobre los ciudadanos; para dramatizar el peligro que representan los indocumentados, Trump recurrió a la anécdota conmovedora, al uso mendaz de las estadísticas equiparando implícitamente el desempleo con el porcentaje de la población que está fuera de la fuerza de trabajo, la cual incluye incapacitados, jubilados, trabajo en el hogar y personas que viven permanentemente del welfare y. para rematar, dispuso la creación de una oficina y un fondo para la ayuda de víctimas de delitos cometidos por inmigrantes indocumentados, una demagógica aberración jurídica y política que, si la comparamos con la reacción que se hubiese producido si la iniciativa se hubiera hipotéticamente aplicado a las víctimas de delitos cometidos por negros, subraya el bajísimo costo político de denostar a los inmigrantes indocumentados mexicanos. Y digo mexicanos porque ellos son el objetivo de la ira de Trump.

Trump insistió que construirá un gran, gran muro en la frontera sur que será un arma muy efectiva contra las drogas y el crimen. Así, por enésima vez, Trump equiparó implícitamente a la inmigración indocumentada proveniente de México con el crimen en Estados Unidos.

Pocas horas antes de su discurso ante el Congreso, Trump recurrió a su habitual estilo de mentiras, fintas y apantalles para desorientar a la opinión pública y atemperar el impacto de otras declaraciones que normalmente están también llenas de mentiras y falsedades, en esta ocasión para insinuar que, si se cumplen una serie de condiciones, estaría a favor de una reforma migratoria que favorecería a 11 millones de indocumentados. Tal vez esa táctica le dio buenos resultados con ancianos propietarios de viejos edificios de Nueva York a quienes Trump quería confundir para estafarlos, pero que en la vida pública resultan transparentes para muchos, aunque no para todos.

Esta andanada anti-mexicana del presidente de Estados Unidos se produjo al día siguiente que el Secretario de Relaciones Exteriores Luis Videgaray compareció ante la cámara de senadores para hacer un minucioso inventario de los contactos que ha tenido con autoridades norteamericanas.

La extensa intervención del Secretario Videgaray y sus respuestas a las preguntas y observaciones de los senadores, ofrecen un panorama de la complejidad y vastedad de los temas de las negociaciones con Estados Unidos y el método para abordarlos. A este respecto, y frente a la esquizofrenia y las declaraciones chapuceras, contradictorias y mentirosas, Videgaray dijo que había que atenerse exclusivamente a los hechos e insistió en que las negociaciones deben basarse en una política exterior de Estado a cuya definición invitó a participar activamente a senado de la República.

Pero tan importante como lo que dijo Videgaray es lo que no dijo.

Por ejemplo, no precisó en qué consiste la cooperación de Estados Unidos en detener la inmigración irregular en la frontera sur de México a la que se refirieron Tillerson y Kelly en su comunicado. ¿Es un acuerdo entre EUA y México? ¿Qué recibió México a cambio? Si es un acuerdo, ¿por qué no se publica? ¿O es una concesión unilateral? ¿Tiene una validez indefinida? ¿Cuándo y bajo que condiciones recuperaremos el control de nuestra política migratoria? ¿Se negociará también este tema?

¿A qué se refieren Tillerson y Kelly cuando hablan del compromiso común de “detener potenciales terroristas”? ¿Cómo se identifica a un “terrorista potencial”? ¿Por su nacionalidad? ¿Por su religión? ¿Quién los identifica antes de entrar a México, México o Estados Unidos? ¿Quién filtra a los pasajeros que arriban a México? ¿Funcionarios estadunidenses o mexicanos? ¿Cuándo y quién concluyó ese acuerdo con EUA? ¿Qué recibió México a cambio? ¿Cuál es la duración del mismo? ¿Está este tema entre los que se negociarán con Estados Unidos?

¿Qué quisieron decir Tillerson y Kelly cuando hablaron de “rule of law” en la cuestión del tráfico de armas a México? ¿Quiere decir que EUA no podrá fijar nuevas reglamentaciones de la venta de armas en las miles de armerías a lo largo de la frontera, para no entrar en conflicto con la National Rifle Association?

¿Qué quiso decir Osorio Chong cuando expresó en el Comunicado SRE-SEGOB-SHCP “la importancia de fortalecer el intercambio de inteligencia”? ¿Quiere decir que el Gobierno de México desea que se fortalezcan las acciones de los numerosos servicios de inteligencia estadunidenses que operan en México? ¿Con qué fin? ¿Hay algún servicio de contrainteligencia de México que los controle?

Se podrían formular decenas de otras preguntas similares sobre los temas opacos del papel tanto del Ejército como de la Marina en el combate al tráfico transfronterizo de estupefacientes y de la Administración General de Aduanas de la SHCP en el tráfico de armas, preguntas que el lector puede fácilmente formular.

Las negociaciones con Estados Unidos serán posiblemente las más importantes para México desde el Tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848 y deberán establecer el marco de las relaciones con Estados Unidos para los próximos cincuenta o cien años. Es de celebrarse que el Secretario Videgaray, quien demuestra ser un negociador muy hábil, aunque solitario, haya destacado la necesidad de una política de Estado. En una crisis de esta amplitud corresponde a la SRE crear los mecanismos para recoger y sistematizar las propuestas y aportaciones de otros sectores de la sociedad sobre los múltiples temas de la agenda. Esta es una obligación moral que no puede eludir.

Por último, creo que todos los mexicanos estamos conscientes de que nuestra fuerza y únicas armas son la razón, el derecho, la justicia y la diplomacia. Sin embargo, aun en las negociaciones diplomáticas más tranquilas y serenas ocasionalmente es conveniente un buen manotazo sobre la mesa. En el caso que nos ocupa es más que necesario por razones de salud pública.

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